Carreteros o arrieros

Carreteros o Arrieros.


Un tema que no podía faltar es el de los carreteros, llamados en otras zonas arrieros. Se dice que los vecinos de este pueblo, desde antiguo, han sido muy comerciantes, industriales, negociantes, carreteros.

Los inicios. Hay quien ha oído contar a sus antepasados que, a su vez,  oyeron contar a sus mayores (yo lo he oído contar a mi madre) que antiguamente se dedicaban a transportar pescado fresco desde San Sebastián y algunas provincias del norte con reatas de caballerías cargadas a lomos con  banastas (canastas, cestas, serones) donde transportaban el pescado; y en algunos lugares cambiaban las caballerías por otras descansadas (como las diligencias en el Oeste, para que luego digan…). 

La primera llevaba un cencerro llamado zambo para dejarse oír desde lejos en tiempo de niebla u otros lugares (yo he visto uno de esos cencerros en casa de mi abuelo Gregorio). No sé qué habrá de cierto en este relato. La verdad es que ello refleja bien es el espíritu emprendedor y comerciante de nuestros antepasados. 

Lo que sí está  claro es que el comercio lo realizaban traficando con cereales (trigo, cebada, hieros), paja, madera, aceite, pimentón, frutas y verduras. Bajaban a vender “por aibajo” (a pueblos de Navarra, La Rioja, Zaragoza). Había un mercado en Cervera los sábados y allí bajaban a vender sus mercancías con caballerías. Y desde allí traían productos de la ribera del Ebro o de otros lugares (verduras, pimientos, frutas, aceites, vinos…) .

Pero sobre la mitad del siglo pasado vinieron los carros y la mayor parte del pueblo se hizo carretero, con lo que ampliaron su mercado. El circuito, simplificando un poco, podía ser el siguiente: subían grano (cebada, hieros, paja, etc.) a los Pinares y allí cargaban madera que bajaban y distribuían en el pueblo (había tres carpinterías) y otros próximos, y sobre todo en los pueblos de las provincias mencionadas (Navarra, Rioja, Zaragoza). En estas zonas cargaban los  productos típicos: vino en Fitero, aceites, pimientos,  frutas, etc. y los subían a Castilla y a los Pinares. 

Todo ello basado en la ley del mercado: comprar productos baratos donde abundaban; y venderlos donde escaseaban y eran más caros.(para que digan de Stuar Mill ¿?, el descubridor de las leyes del mercado). 

Existió una cierta especialización en el mercado. Algunos se dedicaban al vino que   compraban “por aibajo” y lo distribuían en lugares de la comarca y por los pinares. Había gente que se dedicaba a las patatas para sembrar llegadas desde Álava. Otros vecinos con caballerías vendían pimentón e intestinos para hacer chorizos. Otros se dedicaban a la venta de aceite, a veces a cuenta de huevos. Esto era más propio de los pueblos de Valdelagua, Trévago, Fuentestrún … 

En el traslado por carretera –muy pesado- solían ir dos personas. Una mantenía el ritmo de la reata para que no se durmiera y la otra descansaba en el carro (recuerden que también llevaban bota de vino). 

Los carreteros de Castilruiz llevaban fama, y con razón, de ser buenos carreteros como comerciantes y emprendedores que contaban con buenos carros o galeras, buenas reatas compuestas éstas por excelentes machos y  con mejores aparejos y accesorios de guarnicionería. El primero, a veces un burro, era el que dirigía la reata.

Un capítulo aparte merecería comentar la red de proveedores, de compradores, de ventas. La vida en las ventas del camino suponía un descanso, contactos, amistades con los venteros y venteras que debería desarrollarse más extensamente. Qué tiempos aquellos.. 

Viene bien recordar aquella  jota que dice: 

Y me voy por la carretera
Cojo la vara y mi carro 
y me voy por la carretera.
No hay venta que no me pare,
Ni mujer que no me quiera
Ni mujer que no me quiera,
cojo la vara y mi carro