A los carpinteros de Castilruiz

A los carpinteros de Castilruiz


Manos que deslizan suavemente el bolígrafo sobre el papel
o acarician delicadamente el teclado
para imprimir el pensamiento en la página web.
El recuerdo, el cariño y corazón puesto en ellas.

La nostalgia. Imaginar a mi padre, a mis tíos…
La familia. Mi familia: los carpinteros de Castilruiz,
parte de mis orígenes,
el centro, el núcleo desde el cual mi vida empieza,
porque antes de ellos hubo otras vidas
formadas en la unión, el compromiso,
el sentimiento, el amor.
Mis abuelos a los que no conocí,
Felipe Soriano Delgado y Victorina Orte Orte
(con el ascendente de Perfecto, juez de paz,
por más señas Soriano Garriga)
vivían en la calle Tenerías y algo más arriba,
en el castillo, tenían su carpintería,
centro de tertulia para el barrio.
Por lo que de ellos me han contado
personas muy entrañables, sencillas, buenas,
centro y punto desde el cual
mi padre, Adolfo Soriano, y mis tíos,
Ignacio, Teofilo, Iluminada, Irene y Evidio
aprendieron el respeto y el amor hacia los demás.
Paso a paso, vida por vida,
cada uno por su lado
fueron dejando su huella,
su inigualable personalidad, su valía.
Mi padre, Adolfo, un buen día llego a Pozuelo (de Aragón),
y ese día aun sin él saberlo fue especial.
Conoció a mi madre, Consuelo,
se casaron y aquí se quedó.
De esa manera, ese día mi vida empezó su destino.
Tiempo después de esa bendita unión,
nació mi hermana Ana María
y, dos años más tarde, nací yo, Consuelo.
“A Pozuelo llegó un día
y en Pozuelo se quedó
de un pueblecito de Soria
un entrañable señor,
Adolfo Soriano Orte,
rey de la comprensión,
gran carpintero,
oficio en el que siempre trabajó.  
Buena persona con gran corazón,
hijo de los carpinteros,
de los Carpinteros de Castilruiz;
así se les conocía a mis abuelos
y así, hoy día, también a mis tíos
se les sigue conociendo.
Ignacio, el jefe que sabe hacer y mandar,
el Caporal, adjetivo cariñoso
que le dedicamos quienes le queremos.
El cuidador de su pueblo
que a su madura edad 
se preocupaba porque cada día
luciera más bonito,
más cuidado, más acogedor.
Un hombre de sabiduría
y avanzado entendimiento
que supo dispersar en su entorno.
Teofilo, Filo para todos.
Manitas de plata para la madera,
todo corazón.
Descubrías su bondad
solo con mirarle
y aún más al escuchar su conversación.
Evidio, quién no conoce a Evidio,
dicharachero y bonachón,
especial, comprensivo,
buen carpintero
y cazador como el mejor.
Son cuatro de los seis hijos
que tuvieron mis abuelos.
Tres quedaron en Castilruiz,
y Adolfo quedó en Pozuelo.
Todos carpinteros de primera,
personas entrañables,
manos y mentes privilegiadas
en su tiempo,
que trasformaban la madera
en puertas, ventanas, carros….
Nada se les resistía,
siendo por donde fueran
los maestros del tablón.
Excelentes profesionales
que se ganaron a pulso
su fama, su admiración,
no solo en su profesión,
sino en lo más importante
como personas de un magnífico corazón.
Y sigue la dinastía
y la buena profesión
deja su huella continua
en Antonio Soriano,
hijo de Ignacio,
por ahora la ultima generación, 
de la dinastía Soriano Orte
de los Carpinteros de Castilruiz.
Mis tías Iluminada e Irene.
La primera marchó a Valverde de Agreda.
Excelente mujer, trabajadora, amable,
que daba todo sin pedir apenas nada.
Irene se fue a Ribaforada (Navarra).
Cariñosa, desprendida,
entrañable y familiar.
Es así como les recuerdo a todos,
estrechamente acogedores
cuando les visitábamos
a cada uno en sus lugares de residencia,
en sus casas o cuando venían
a Pozuelo donde lo pasábamos muy bien.
Felipe y Victorina,
de su unión nacieron seis vidas
que son mi familia
la de los Carpinteros de Castilruiz.”                                                                     



Publicado 1 diciembre, 2009 por admin in category "Memorias